La música ha estado presente en mi vida desde que recuerdo y, después de muchos años dedicada profesionalmente a ella como intérprete y docente, hace algo más de un año me embarqué en la formación como musicoterapeuta.
Y es que tenía la intuición de que la música es algo más que lo que se enseña en los conservatorios. Ya todos sabemos que es un lenguaje universal pero una voz en mi interior me decía que era más, que si para cambiar el mundo tienes que empezar por cambiar tu mundo la música es perfecta para impulsar ese cambio.
Entonces una noticia me impactó tanto que empecé a leer sobre el tema: el suicidio de un chaval en Madrid que sufría acoso escolar. Nadie dio respuestas sobre qué se podía haber hecho para evitarlo, todos tiraban fuera los balones de la responsabilidad. Pero el ecosistema de los institutos está formado por muchos, no solo acosadores y víctimas, sino padres, profesorado, compañeros, autoridades educativas, vecinos, personal administrativo y de limpieza…en fin, de una manera u otra todos estamos conectados con la comunidad educativa en algún momento de nuestra vida (o durante toda la vida para los más afortunados). Y la musicoterapia como herramienta de intervención en este espacio es perfecta porque la música es un medio atractivo y no invasivo para cambiar el contexto que mantiene la situación de acoso.
¿Qué objetivos se pueden plantear? En primer lugar fomentar las herramientas de comunicación social y en segundo lugar trabajar sobre la asertividad y la empatía.
Muchos acosadores (que a veces son ellos mismos acosados en el contexto del hogar o no tienen un referente de valores establecido) perciben las relaciones sociales como algo hostil, su idea es que es mejor comer que ser comido en la jungla de la escuela. Y la mayoría de las veces esto no es más que el fruto de una mala gestión y regulación de las emociones. Con la ayuda del musicoterapeuta estos alumnos pueden canalizar su ira, su frustración o su tristeza, identificando la emoción y expresándola tanto con instrumentos como con la voz, que es el elemento más liberador.
La misma necesidad de expresión emocional sucede con las víctimas, que tienen que lidiar con una bajísima autoestima y el aislamiento social. En las sesiones de musicoterapia tienen un espacio en el que se les proporcionan experiencias de éxito: no es una clase de música, no hay nada que “esté mal”, simplemente el musicoterapeuta le brinda espacios de expresión facilitando que el alumno pueda integrarse musicalmente sin posibilidad de error. Solo el hecho de sentirse válido es un elemento capaz de empoderar a un chico que siente que no suma en ningún sitio.
Pero si yo tuviera que decir cuál es la aportación más potente de la musicoterapia en este contexto es ofrecer un ambiente en el que se aprenden habilidades de comunicación dentro de un grupo reducido, trabajando por ejemplo el role playing: dentro de la improvisación musical o una actividad musical mínimamente estructurada hay quien tiene papel de líder proponiendo ritmos y melodías, quien es seguidor o quien tiene una actitud disruptiva, y estos papeles se pueden intercambiar y hacer que los participantes se pongan en el papel del otro, empatizando con su situación y sus sentimientos.
Además dentro de grupos pequeños es más fácil la expresión emocional y una de las técnicas más eficaces de la musicoterapia es el uso de análisis de letras para identificar y explorar emociones. Utilizando referentes musicales de estos chavales (pop, rap, bandas sonoras, etc.) se pueden hacer interpretaciones de estos temas por los chicos tras analizar el texto y en una fase posterior practicar el songwriting componiendo una nueva letra para un tema conocido o bien componiendo letra y música.
Es este un caldo de cultivo perfecto para que estos chicos, acosadores, víctimas y compañeros aprendan a cooperar, transmitir sentimientos de forma asertiva y a dividir la responsabilidad, porque la música es mejor cuantas más cabezas, más manos y más voces participen en ella.
En definitiva, si la música siempre ha estado ligada a la educación y la sanación …algo de razón tendrían los antiguos.
Imagen de cabecera por Jason Rosewell en Unsplash
Marta Iglesias González es licenciada en Historia del Arte y y tiene el Título Superior de violín. Profesora de conservatorio de la Junta de Andalucía actualmente en stand by finalizando el Master de Musicoterapia Avanzada y Aplicaciones en la Universidad Autónoma de Madrid. Le interesan la música y las personas, por este motivo dentro del ámbito de música e intervención social ha participado en proyectos de artes escénicas e inclusión de discapacidad con la compañía SuperarT de Granada (spin-off del Psicoballet de Maite León) y en un programa de música y radio para adolescentes en riesgo de exclusión social con la Asociación Arjé de Madrid.
Como violinista participa en grupos de música clásica y contemporánea: Orquesta Barroca de Granada, El Parnaso Español, Música a la Carta, Cosmotrío, compañía de teatro La Viebel… y cualquier proyecto musical interesante que se le ponga por delante.