Nos parece importante reflexionar sobre el modo en el que podemos buscar espacios dentro de la institución escolar para que el alumnado pueda vivenciar verdaderas experiencias que le ayuden a irse construyendo como una persona crítica capaz de vivir con responsabilidad en democracia. En nuestro colegio lo estamos intentando y vamos dando pasos hacia un curriculum que nos ayude a educar ciudadanas y ciudadanos para una sociedad cada vez mejor y más libre.
Dar la voz al alumnado supone que aprendan a tomar responsabilidades y a cuestionar su modo de vivir en la escuela y de aprender, pero también supone permitirles que cuestionen los modos de construir escuela de los adultos y supone un enorme reto para quienes no hemos recibido una formación que nos prepare para la escucha de las niñas y niños y en la idea de que sus voces pueden ser auténticos agentes de cambio educativo.
El movimiento “Student Voice” parte del mundo anglosajón en los años 80 y considera imprescindible ayudar al alumnado a desarrollar su identidad a través de la participación, que puedan expresar lo que deseen, lo que les preocupa… y el reconocimiento de que en las propuestas de innovación educativa son “testigos expertos”, además de la necesidad de prepararles como ciudadanas y ciudadanos de una sociedad democrática.
También aquí en España a nivel institucional se han dado pasos en el sentido de implicar al alumnado en este sentido: vías de participación en Consejos Escolares, Educación para la Ciudadanía, o la figura de Delegada o Delegado de aula. Sin embargo ninguna de estas propuestas ha tenido un calado profundo en la vida de nuestros centros. Tal vez, porque dar verdaderamente la voz a nuestras criaturas supondría escuchar cosas que no nos iban a gustar demasiado, o que nos obligarían a movernos del papel de “Centro” de la institución.
La tarea de “enseñar democracia” es todo un reto que en nuestro centro nos planteamos con ilusión, pero también conscientes de la dificultad que supone una iniciativa de este tipo, ya que requiere que tanto el profesorado como las familias crean verdaderamente que se trata de una herramienta con un gran potencial educativo y que permite mejorar aprendizajes escolares y la construcción de personas integrales. Como docentes nos supone un desafío generar estos espacios de participación y sacar de ellos el máximo partido posible, sobre todo, porque nadie nos ha enseñado a hacerlo y en general no tenemos modelos de referencia que nos ayuden a embarcarnos en esta tarea sin desconfianza y con una cierta seguridad de éxito.
En ese camino que hemos emprendido, las asambleas de aula juegan un papel importante que nos está ayudando a descubrir que tenemos que ir perdiendo el miedo y que nuestro alumnado es capaz de tomar decisiones interesantes y se atreve cada vez más a plantear cambios y mejoras que podrían transformar nuestra escuela. Las asambleas de aula convergen a su vez en la Asamblea de centro que está formada por las Delegadas y Delegados de todas las clases del colegio, desde las de tres años hasta las de 5º, porque al ser un centro de nueva creación aún no tenemos alumnado de 6º. Me parece importante subrayar que la participación de las niñas y niños de infantil se produce en un plano de igualdad total con la de las clases mayores y que sus aportaciones nos parecen tan interesantes como las del resto.
La Asamblea de Centro es un espacio de aprendizaje de ciudadanía, pero del que sacamos también otro tipo de aprendizajes curriculares, por ejemplo, el hecho de llevar un cuaderno de actas que cada Delegada y Delegado rellena para compartir después con su grupo los acuerdos tomados, nos sirve de excusa para trabajar la competencia lingüística y “el acta” como tipo de texto.
Que el alumnado que aún no domina el código escrito pueda participar de igual manera que los demás y escribir sus actas en cada asamblea lo posibilita el hecho de trabajar el aprendizaje de la lectura y la escritura desde el enfoque que parte de las investigaciones de Emilia Ferreiro sobre el aprendizaje inicial del lenguaje escrito.
También el ABP supone una herramienta fundamental en el proceso de dar la voz al alumnado, prueba de ello son algunos de nuestros proyectos: “Las elecciones a Delegadas/os”, “Queremos convertir el patio en un parque” o algunos otros, en los que las niñas y niños son quienes han decidido la temática sobre cual va a ser el proyecto sobre el que se va a trabajar. En el proyecto “Las elecciones” hemos investigado sobre la forma de gobierno de nuestro país, los partidos políticos, lo que es una campaña electoral y en clase cada niña y cada niño ha preparado la suya.
En lengua nos ha servido para leer y escribir eslogan, siglas y programas electorales y también interesarnos por las noticias de la prensa relacionadas con el gobierno, los partidos políticos, las elecciones, etc. También el lenguaje oral ha tenido su espacio con la presentación al grupo de los respectivos programas electorales y con un debate muy interesante que se nos planteó a lo largo del proyecto: ¿Es la escuela una democracia? Para el debate la clase se dividió en dos y buscaron argumentos a favor y en contra según el grupo que les correspondió. Después, de cada grupo, cuatro miembros recogieron todas las aportaciones para defenderlas frente al equipo contrario en un debate de lo más interesante que podéis ver en nuestro blog de aula “Gnomitas y gnomitos”.
También las matemáticas han tenido su lugar en nuestro proyecto al analizar los datos de las votaciones. Para eso hemos visto como se hace ese análisis en las de los mayores y hemos trabajado con números de más de 6 cifras y con el concepto de porcentaje y con las representaciones gráficas de los votos. Pero sobre todo, han sido capaces de reflexionar sobre cosas tan importantes como, si ellas y ellos serían capaces de tomar decisiones lo suficientemente maduras para poder formar parte de resoluciones importantes, o si tienen derecho o no a elegir sobre qué quieren trabajar en la escuela. Darles la palabra conlleva sus riesgos, si, pero casi siempre son riesgos solo si los miras desde la comodidad del poder. Cuando somos capaces de mirarlos desde la óptica del crecimiento personal que supone para todas y todos, se convierte en un auténtico disfrute. Cada vez tenemos más ejemplos que nos hacen creer que vamos por el buen camino.
El primer curso, los pequeñines pidieron poder disfrutar del patio de los mayores porque les encantaban las pistas y la zona del huerto. A los mayores nos daba mucho miedo, pero en todas las asambleas de aula se votó a favor de la propuesta, así que nos decidimos a intentarlo. Ahora es todo un lujo verlos disfrutar de todos los espacios del patio sin ningún tipo de cortapisa. Nos ha supuesto a los mayores un ejercicio de organización mayor y diferente, pero ha merecido la pena. Poco a poco han ido solucionando los desajustes que se producían cuando los mayores se apoderaban de las pistas y han sido las propias asambleas las que han ido aportando soluciones a cada uno de los problemas que han ido surgiendo.
En mi aula el curso pasado propusieron aumentar el número de días que querían trabajar por rincones de dos a tres, y aunque me supone programarlos cada dos semanas en lugar de cada tres, creo que ha merecido la pena. Fue además un ejercicio de acuerdo mutuo, ya que yo les pedí a cambio un esfuerzo mayor para evitar ruidos y en la recogida de los grupos y entre ellos se lo recuerdan cuando algún grupo no cumple.
A vivir en democracia se aprende viviéndola y la institución escolar tiene la obligación de plantearse cómo caminar hacia ella.
Carmen Cañabate, maestra de Primaria en el CEIP Clara Campoamor de Huércal de Almería. Licenciada en Psicopedagogía por la UNED, asesora de primaria en el Centro de Profesorado de Almería (2004-2012). Coordinadora y formadora de varios cursos relacionados con diferentes temáticas: ABP, Coeducación, Bibliotecas, Interculturalidad, Competencia Lingüística. Tutora de Teleformación de la plataforma del INTEF y CEPIndalo. Directora del Congreso “Leer para aprender en la era digital” organizado por el MEC.