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Razones y formas de hacer un MOOC: ideas para un diseño localmente sostenible

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por Fernando Trujillo

En el punto donde se unen las TIC y la gestión de las universidades o las grandes instituciones educativas (ministerios, consejerías, empresas del sector, etc.), los MOOCs son uno de los temas de interés desde hace ya algún tiempo.

Este interés tiene dos orígenes principales: por un lado, como mi compañero David Álvarez explicó hace algunas semanas, el interés por los MOOC está más relacionado con cuestiones de gestión institucional (difusión de la marca de la institución, construcción de una identidad de marca innovadora, ampliación del número potencial de estudiantes, etc.) que con una genuina preocupación educativa; por otro lado, como ha demostrado Jordi Adell en su blog, las empresas de la edición y la creación de contenidos han visto en la Educación Superior un vasto mercado aún por explotar y en los MOOC la puerta de entrada para convencer a las autoridades educativas de la bondad y el potencial (sobre todo económico) de su oferta. Y en medio de estos intereses, los MOOC interesan poco o nada a la mayoría de los docentes dentro de esas instituciones (ni en la universidad ni en otras etapas educativas) o bien son, directamente, fuente de preocupación para docentes que ven en los MOOC una amenaza para su propia docencia presencial o en línea.

¿Quiere esto decir que no debemos prestar atención a los MOOCs?¿Son sólo una moda pasajera o un tema de debate entre expertos? Evidentemente, no.

En primer lugar, en los MOOCs hay una potencialidad que tenemos que explorar, sólo que no es la que se busca en los MOOC al uso (especialmente en los denominados xMOOC). La potencialidad del MOOC se encuentra en la M de «massive», en la O de «open» y en la O de «on-line» mientras que el problema fundamental es la C de «course». Es decir, un evento masivo, abierto y en línea tiene una enorme fuerza educativa; el problema llega cuando intentamos «domar» esa fuerza convirtiendo esta experiencia en un curso entendido como actividad transmisiva que emana del docente-experto.

En segundo lugar, toda experiencia educativa debe aspirar a la alineación curricular: objetivos, métodos de enseñanza y estrategias de evaluación deben estar alineados para que se alcancen los objetivos propuestos.  Algunos objetivos educativos dependen de unos niveles de individualización y personalización determinados mientras que otros pueden beneficiarse de un alto nivel de autonomía, unos pueden evaluarse mediante cuestionarios y otros requieren de mecanismos de evaluación menos automáticos. Así pues, el diseño y la estructura de los MOOCs deben estar condicionados por los objetivos que se planteen, como cualquier otra experiencia educativa.

En tercer lugar, los MOOC parecen estar generando una diversidad de perfiles de participantes novedosa respecto a los cursos más tradicionales: Phil Hill distingue entre estudiantes que no aparecen (no-shows), observadores (observers), visitantes (drop-ins), participantes pasivos (passive participants) y participantes activos (active participants). Estos cinco perfiles evolucionan a lo largo de las semanas del MOOC, manteniéndose el grupo de los participantes activos en un porcentaje razonable y todos los demás disminuyendo considerablemente a partir de la segunda o tercera semana. Sin embargo, desde el punto de vista de la organización y el diseño del MOOC, aspirar sólo al mantenimiento de los participantes activos por no disponer de las medidas educativas adecuadas supone, en mi opinión, no aprovechar realmente la potencialidad de lo masivo, lo abierto y lo conectado.

En este sentido, considerar el MOOC como una vía de sentido único y en la cual todos los vehículos (léase participantes) tienen que avanzar a la misma velocidad es dejarse llevar por la inercia de la C de curso y probablemente sea un error de diseño. En lugar de como una carrera de obstáculos con un ritmo pre-establecido, un MOOC puede ser visualizado  como una ciudad que ofrece al visitante distintas plazas donde encontrarse con los lugareños y con otros visitantes para dialogar y construir -entre todos- conocimiento a través de estrategias de resolución de retos o problemas. Ambas son metáforas posibles pero la primera imagen parte de un experto que genera una sucesión de contenidos mientras que la segunda metáfora propone la participación en conversaciones temáticas (síncronas o asíncronas, únicas o reiteradas) entre las cuales el participante puede elegir dependiendo de sus intereses personales o profesionales (o incluso a partir de su propia competencia digital, un factor poco considerado en relación con los MOOCs pero que intuyo que marca una diferencia entre los participantes activos y los observadores y demás).

Además, podemos reforzar la fuerza del MOOC vinculándolo con la realidad social de los potenciales participantes en el MOOC, es decir, con la propia estructura de su comunidad de práctica. George Siemens ya planteaba hace unos días en su blog que una de las claves para el éxito de los MOOCs es la formación de grupos pero es en el MOOC como conversación donde sí se puede jugar con la formación de grupos que comenta Siemens, con baja cohesión social y formación y disolución rápidas.

Y en estos MOOCs conversacionales podemos incluso ir más allá. Así, si diseñamos un MOOC para docentes, podemos apoyarnos en redes de docentes ya existentes (EABE, AulaBlog, Novadors o Espiral, en nuestro país) o en la estructura de los centros del profesorado allá donde aún existan mientras que si diseñamos un MOOC para personal sanitario, los centros de trabajo o las redes formativas propias del mundo de la salud son nuestro mejor apoyo. Así pues, en cada caso es necesario un análisis previo de la comunidad de práctica y sus relaciones sociales (por ejemplo, para el desarrollo profesional) como punto de partida fundamental para el diseño de un MOOC. Esta comunidad de práctica presencial, además, dará sentido y proporcionará una estructura de posible individualización y personalización a la comunidad de aprendizaje que se cree dentro del MOOC.

¿Se reducirá con ideas como éstas el porcentaje de no-shows?¿Aumentará el porcentaje de participantes activos que finalizan realmente el MOOC? Obviamente, nadie puede garantizalo pero si los MOOC tienen interés educativo, y no sólo valor de mercado para las instituciones o las empresas que los proponen, entonces tendremos que hacer avanzar el debate más allá del porcentaje de participantes que finalizan el MOOC o de su modelo de negocio. Cuando hablamos de un MOOC, hablamos de educación, ¿no? Pues hablemos de educación.

Imagen: changó