Razones y formas de hacer un MOOC: ideas para un diseño localmente sostenible
En el punto donde se unen las TIC y la gestión de las universidades o las grandes instituciones educativas (ministerios, consejerías, empresas del sector, etc.), los MOOCs son uno de los temas de interés desde hace ya algún tiempo.
Este interés tiene dos orígenes principales: por un lado, como mi compañero David Álvarez explicó hace algunas semanas, el interés por los MOOC está más relacionado con cuestiones de gestión institucional (difusión de la marca de la institución, construcción de una identidad de marca innovadora, ampliación del número potencial de estudiantes, etc.) que con una genuina preocupación educativa; por otro lado, como ha demostrado Jordi Adell en su blog, las empresas de la edición y la creación de contenidos han visto en la Educación Superior un vasto mercado aún por explotar y en los MOOC la puerta de entrada para convencer a las autoridades educativas de la bondad y el potencial (sobre todo económico) de su oferta. Y en medio de estos intereses, los MOOC interesan poco o nada a la mayoría de los docentes dentro de esas instituciones (ni en la universidad ni en otras etapas educativas) o bien son, directamente, fuente de preocupación para docentes que ven en los MOOC una amenaza para su propia docencia presencial o en línea.
¿Quiere esto decir que no debemos prestar atención a los MOOCs?¿Son sólo una moda pasajera o un tema de debate entre expertos? Evidentemente, no.
En primer lugar, en los MOOCs hay una potencialidad que tenemos que explorar, sólo que no es la que se busca en los MOOC al uso (especialmente en los denominados xMOOC). La potencialidad del MOOC se encuentra en la M de “massive”, en la O de “open” y en la O de “on-line” mientras que el problema fundamental es la C de “course”. Es decir, un evento masivo, abierto y en línea tiene una enorme fuerza educativa; el problema llega cuando intentamos “domar” esa fuerza convirtiendo esta experiencia en un curso entendido como actividad transmisiva que emana del docente-experto.
En segundo lugar, toda experiencia educativa debe aspirar a la alineación curricular: objetivos, métodos de enseñanza y estrategias de evaluación deben estar alineados para que se alcancen los objetivos propuestos. Algunos objetivos educativos dependen de unos niveles de individualización y personalización determinados mientras que otros pueden beneficiarse de un alto nivel de autonomía, unos pueden evaluarse mediante cuestionarios y otros requieren de mecanismos de evaluación menos automáticos. Así pues, el diseño y la estructura de los MOOCs deben estar condicionados por los objetivos que se planteen, como cualquier otra experiencia educativa.
En tercer lugar, los MOOC parecen estar generando una diversidad de perfiles de participantes novedosa respecto a los cursos más tradicionales: Phil Hill distingue entre estudiantes que no aparecen (no-shows), observadores (observers), visitantes (drop-ins), participantes pasivos (passive participants) y participantes activos (active participants). Estos cinco perfiles evolucionan a lo largo de las semanas del MOOC, manteniéndose el grupo de los participantes activos en un porcentaje razonable y todos los demás disminuyendo considerablemente a partir de la segunda o tercera semana. Sin embargo, desde el punto de vista de la organización y el diseño del MOOC, aspirar sólo al mantenimiento de los participantes activos por no disponer de las medidas educativas adecuadas supone, en mi opinión, no aprovechar realmente la potencialidad de lo masivo, lo abierto y lo conectado.
En este sentido, considerar el MOOC como una vía de sentido único y en la cual todos los vehículos (léase participantes) tienen que avanzar a la misma velocidad es dejarse llevar por la inercia de la C de curso y probablemente sea un error de diseño. En lugar de como una carrera de obstáculos con un ritmo pre-establecido, un MOOC puede ser visualizado como una ciudad que ofrece al visitante distintas plazas donde encontrarse con los lugareños y con otros visitantes para dialogar y construir -entre todos- conocimiento a través de estrategias de resolución de retos o problemas. Ambas son metáforas posibles pero la primera imagen parte de un experto que genera una sucesión de contenidos mientras que la segunda metáfora propone la participación en conversaciones temáticas (síncronas o asíncronas, únicas o reiteradas) entre las cuales el participante puede elegir dependiendo de sus intereses personales o profesionales (o incluso a partir de su propia competencia digital, un factor poco considerado en relación con los MOOCs pero que intuyo que marca una diferencia entre los participantes activos y los observadores y demás).
Además, podemos reforzar la fuerza del MOOC vinculándolo con la realidad social de los potenciales participantes en el MOOC, es decir, con la propia estructura de su comunidad de práctica. George Siemens ya planteaba hace unos días en su blog que una de las claves para el éxito de los MOOCs es la formación de grupos pero es en el MOOC como conversación donde sí se puede jugar con la formación de grupos que comenta Siemens, con baja cohesión social y formación y disolución rápidas.
Y en estos MOOCs conversacionales podemos incluso ir más allá. Así, si diseñamos un MOOC para docentes, podemos apoyarnos en redes de docentes ya existentes (EABE, AulaBlog, Novadors o Espiral, en nuestro país) o en la estructura de los centros del profesorado allá donde aún existan mientras que si diseñamos un MOOC para personal sanitario, los centros de trabajo o las redes formativas propias del mundo de la salud son nuestro mejor apoyo. Así pues, en cada caso es necesario un análisis previo de la comunidad de práctica y sus relaciones sociales (por ejemplo, para el desarrollo profesional) como punto de partida fundamental para el diseño de un MOOC. Esta comunidad de práctica presencial, además, dará sentido y proporcionará una estructura de posible individualización y personalización a la comunidad de aprendizaje que se cree dentro del MOOC.
¿Se reducirá con ideas como éstas el porcentaje de no-shows?¿Aumentará el porcentaje de participantes activos que finalizan realmente el MOOC? Obviamente, nadie puede garantizalo pero si los MOOC tienen interés educativo, y no sólo valor de mercado para las instituciones o las empresas que los proponen, entonces tendremos que hacer avanzar el debate más allá del porcentaje de participantes que finalizan el MOOC o de su modelo de negocio. Cuando hablamos de un MOOC, hablamos de educación, ¿no? Pues hablemos de educación.
Imagen: changó
Reflexiones
Buenos días, Fernando.
En mi opinión, y por lo que llevo leyendo algunas semanas a nivel nacional aquí y en otros foros españoles (o escritos en español) con un fondo más o menos educativo, desde la Universidad (pública+privada+presencial+a distancia) se está haciendo una lectura equivocada del fenómeno y se está perdiendo un tiempo precioso para regenerar las instituciones educativas y modernizar su papel (amén de superar ya de una vez por todas este modelo educativo que hace aguas desde hace ya demasiado tiempo, y casi de una manera generalizada, en todos los niveles— Infantil creo que sí se mantiene por el marcado carácter práctico e interactivo de la Etapa, y porque el desembarco de las TIC no termina de considerarse como un hecho de suficiente entidad; lo que constituye otro error más, desde mi punto de vista—).
La insistencia en debatir sobre los aspectos económicos, de acreditación y, si me apuras, de competencia profesional entre los docentes e instituciones (públicas+privadas+presenciales+a distancia) relacionados con la educación superior (y creo que estos tres aspectos se pueden aplicar al negocio universitario a escala mundial) en relación con el fenómeno MOOC está haciendo que se pierda de vista lo mollar: lo que se está desarrollando ante nuestros ojos es la libertad de aprendizaje, el aprender a aprender más genuino y, lo que constituye lo mejor de todo, el retorno del disfrute por aprender. Tacita a tacita.
El exceso de análisis cuantitativo (cuántos empiezan, cuántos acaban, cuánto vale, cuánto dura…) nos está distrayendo de lo que, como dice el programilla televisivo ese—o decía—ESTÁ PASANDO. Incluso te diría más: el debate pedagógico-metodológico sobre asunto del conectivismo, el xMOOCismo vs el cMOOCismo, etc… está empezando a terminar de morirse y pronto será un debate tan estéril como a-quién-quieres-más-a-mamá-o-a-papá… Porque va a dejar de tener sentido en cuanto las redes de aprendizaje-autónomo-compartido que ya se están consolidando (al margen de las Universidades y las Plataformas) a escala mundial, con presencia de profesionales de diferentes palos, con diferentes grados de experiencia, con diferentes objetivos profesionales y personales, etc… estas redes, digo, se conviertan en el pan nuestro de cada día. La gente se está juntando con gente para aprender… Y va a elegir con quién se junta a aprender y bajo qué modelo de aprendizaje … ¡Y va a ser gratis! ¡Sorprendente! … Luego es normal que desde, digamos, la oficialidad, lo que se arguya sea:
…qué aprende tanta gente junta a la vez,
quién acredita ese aprendizaje,
cómo va a ser gratis eso…
Porque esa es la única barrera que falta por romper para que verdaderamente la Open Education sea tal…
La paradoja es brutal: la institución universitaria, la que tradicionalmente ha sido vanguardia humanística, punta de lanza pedagógica, territorio para la experimentación a pequeña escala del futuro del progreso común… se encuentra ante el principio del fin de su modus vivendi. ¿Va morir la Universidad? No. No creo. Pero, en mi opinión, va a tener que cambiar; por pura coherencia con lo que es su esencia. Y si no, creo que lo mejor sería que dejara de llamarse Universidad.
Creo que nunca antes en la Historia de la Educación hemos estado ante la oportunidad de empezar a construir un modelo de enseñanza-aprendizaje en el que el factor de la libertad esté tan presente. Un modelo en el que los papeles de maestro y alumno se fundan tan profundamente. Un modelo en el que un empleo humanista de la tecnología pueda humanizarnos todavía más…
Puede que todo esto no sean más que conjeturas. Yo estoy tratando de construir con ellas. Y puede que esté terriblemente equivocado. Pero de lo que más me alegro es de que me hayan devuelto el disfrute de aprender por aprender. Es el primer paso para poder volver a enseñarlo.
Un saludo, Fernando.
L.
Gracias, Luis, por tu comentario.
En realidad la fuerza con la que se está extendiendo el fenómeno de los MOOC no deja (no puede dejar) indiferente a nadie. A partir de esta agitación hay muchas posibles posturas. Creo que la que tú defiendes, que es la mía, es que nos planteemos el potencial educativo de los MOOC, y no sólo nos dediquemos a hacer análisis de datos con ellos.
Y también coincido contigo, creo, en lo fundamental: lo más interesante en educación hoy no ocurre dentro de las instituciones, ocurre fuera (o al lado, o alrededor). En la medida que los MOOC sepan aprovechar la frescura y la vitalidad que hay fuera de las instituciones, los MOOC serán interesantes y puede que revolucionarios. En la medida que los domestiquemos y sólo sirvan para aumentar el número de estudiantes por página de contenidos, entonces los MOOC a mí no me interesan.
Un arazo
Muchas gracias por el artículo. Como potencial usuario, me parece que los MOOC propician un aprendizaje relevante más en la línea de lo que uno pueda necesitar en un momento determinado: aprendizaje a la carta. Tengo la sensación de que lo que proporcionan de más es que la relación potencial con el resto de usuarios se amplía de forma exponencial que los usuarios pueden ser ilimitados. Aporta unas posibilidades al long life learning que otras modalidades de cursos no aportaban. Sin embargo, no dejan de estar dirigidos por los mismos principios de los cursos a menor escala, a mi entender.
Echo en falta fórmulas que gestionen de alguna manera el concepto de participación periférica legítima en el aprendizaje universitario: fórmulas que permita al aprendiz evolucionar desde dentro de la actividad legítima, que es, al fin y al cabo, de las formas más relevantes de aprender.
Un saludo,
Sergio