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Repensar el aprendizaje a distancia y cómo hacer que funcione para todo el alumnado

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Esta entrada  es una adaptación al castellano del artículoRethinking distance learning and how to make it work for all studentsde Katy Sturmpublicado el 23 de marzo de 2020 en la sección ‘blog’ de la web PBLWORKS.


Una de las primeras cosas que nos viene a la mente cuando escuchamos «Aprendizaje a distancia» es la tecnología.

Pero el aprendizaje a distancia ya existía mucho antes de que las plataformas como Zoom fueran ampliamente utilizadas. Ya en 1728, cuando se anunciaban en los periódicos cursos de taquigrafía por correspondencia, el aprendizaje estaba teniendo lugar más allá de los espacios físicos del aula.

En las últimas semanas, con la pandemia COVID-19 en pleno crecimiento por el mundo, familias, alumnado y docentes han visto cómo diferentes países tomaban la difícil decisión  de cerrar las puertas de colegios, institutos y universidades y convertir la educación en una actividad no presencial.

A medida que abordamos el impredecible futuro, nos enfrentamos también a la pregunta de cómo es el aprendizaje significativo y quién puede tener un acceso equitativo a él.

La escuela, por definición, proporciona a los estudiantes estructura, protocolo y un lugar seguro al que asistir todos los días. Independientemente de cómo sea o cómo se perciba  el ambiente del hogar, la escuela ofrece una situación constante. Como educadores, la pregunta que debemos hacernos es ¿cómo podemos continuar brindando a los estudiantes la red de seguridad que ofrece la escuela, a la vez que utilizamos el aprendizaje a distancia como una oportunidad para cambiar la forma en la que pensamos la escuela? ¿Cómo hacemos esto cuando las brechas sociales y digitales son cada vez más evidentes, especialmente tras los cambios repentinos que se están produciendo como respuesta al COVID-19?

Nuestra primera tarea será ayudar a los estudiantes a practicar las habilidades de autogestión que necesitarán para tener éxito en un entorno de aprendizaje a distancia.

Esto puede empezar por ofrecer pequeños elogios o premios a las clases que consigan ‘conectarse’ a tiempo, por dar ideas a los estudiantes sobre cómo establecer sus propios entornos físicos de aprendizaje en casa (¡incluso si esto significa colgar una sábana como telón de fondo!). Al igual que pasamos tiempo al comienzo del año construyendo cultura y rutinas de clase, tomemos  el tiempo que haga falta para ayudar a nuestros estudiantes a aclimatarse, familiarizarse y entusiasmarse con el nuevo entorno de aprendizaje que estamos construyendo juntos.

Por ejemplo, Sara Lev, miembro del Comité Nacional de PBLWorks, inició sesión de videoconferencia esta mañana para ver las caras sonrientes de sus alumnos de educación infantil por primera vez desde el cierre de la escuela. Y hablaron sobre las formas y los momentos en los que a lo largo del día pueden ser independientes para que sus padres puedan concentrarse en su trabajo. ¡Qué bonita manera de ir construyendo la capacidad de autogestión!

El aprendizaje a distancia no tiene que ser igual a pasar 8 horas frente a un ordenador cada día.

Limitar el tiempo de pantalla mediante la planificación intencionada de proyectos que supongan  el desarrollo de distintas habilidades de los estudiantes, no solo favorecerá su salud y bienestar, sino que también ayudará a minimizar la brecha digital. Incluso si todos los estudiantes pueden disponer en casa de un dispositivo 1:1, no debemos asumir  que eso significa que tienen acceso equitativo al Internet de banda ancha y al tiempo de pantalla. Por todo el país están haciendo esfuerzos para recopilar datos sobre el acceso de las familias a la tecnología, pero estos datos solo brindan una instantánea de los diversos entornos domésticos de nuestros estudiantes.

En lugar de centrarse en cómo conseguir el aprendizaje en línea, centrémonos en cómo hacer llegar a nuestros estudiantes experiencias auténticas de aprendizaje significativo.

Si eso significa usar herramientas en línea para complementar o guiar el aprendizaje, entonces genial. Pero no olvidemos que hay muchas alternativas no tecnológicas para un aprendizaje significativo. Usemos el arte, la cocina, la construcción o los recursos del entorno, brindemos a los estudiantes la oportunidad de «explorar» a través de la lente del proceso de aprendizaje que les estamos ofreciendo.

Las siguientes preguntas son relevantes a la hora de planificar proyectos de aprendizaje equilibrados y eficientes. En las actuales circunstancias:

  1. ¿Qué pueden crear los estudiantes?
  2. ¿Qué pueden hacer los estudiantes?
  3. ¿Qué pueden resolver los estudiantes?

Si te  preocupa la desigualdad de acceso a los recursos en el hogar, ofrece  a los estudiantes distintas opciones para completar sus tareas. Quizás se puedan combinar  opciones más tecnológicas con otras que requieran otro tipo de recursos más analógicos, pero que permitan que todos los estudiantes tengan la oportunidad de demostrar su aprendizaje.

Finalmente, centrémonos también en las partes no académicas del día.

La profesora de matemáticas de la escuela intermedia Colleen McEnearney de Alexandria, VA, comenzó su experiencia de aprendizaje a distancia la semana pasada. Ella empieza el día con una encuesta a sus estudiantes sobre cómo se sienten y comparte la gráfica con los resultados de manera que todos puedan saber cómo se encuentran sus compañeros/as.

«Personalmente, todos estos cambios me están produciendo cierta ansiedad, por lo pienso que mis alumnos probablemente también se sientan así. Esta actividad les da la oportunidad de compartir cómo se sienten y les abre la puerta a un acceso más personalmente conmigo. Ya que no puedo verlos físicamente cuando entran por la puerta de mi aula, esto nos ayuda a suplir esa carencia», dijo.

Además de trabajar  los aspectos socioemocionales que implica un entorno de aprendizaje a distancia, pensemos de qué forma podemos proporcionar a los estudiantes oportunidades para trabajar entre ellos.

En un entorno sincrónico, se podrían utilizar para esto salas de chat diferenciadas a modo de seminarios para llevar a cabo protocolos de retroalimentación o sesiones de intercambio. Así mismo, se deben prever tiempos para poder conversar con el alumnado y, si es posible, organizar reuniones diferenciadas en grupos pequeños. En un entorno asíncrono, donde los estudiantes no pueden ver a sus compañeros en la pantalla, debemos facilitar igualmente formas para que puedan comunicar entre sí, ya sea a través de Whatsapp, mediante un canal de clase de YouTube, un chat de Google Hangouts, ¡o incluso escribir correo postal!

Recuerda que la conexión de tipo ‘social’ no siempre tiene que involucrar a  toda la clase, como tampoco ocurriría en el aula física. Recordarles a los estudiantes que estamos allí para ellos, no solo para apoyar su aprendizaje, puede tener un  impacto muy positivo en estos momentos de interrupción de la rutina.

Mientras descubres y avanzas por toda la red de recursos y oportunidades tecnológicas, no te olvides de lo básico: la relación con los estudiantes, construir cultura de aprendizaje y ayudar  al alumnado a encontrar conexiones significativas en su aprendizaje. Si estas son las bases de nuestra pedagogía todos los días, busquemos maneras de mantener vivo ese impulso para todos los estudiantes en las próximas semanas.